YASUKE, EL ESCLAVO AFRICANO QUE LLEGÓ A SER SAMURÁI

HISTORIAS DE LA HISTORIA

La Histoire ecclesiastique des isles et royaumes du Japon, una obra escrita y publicada por el jesuita François Solier en 1627, cuenta la historia de un samurái negro. Es prácticamente la única gran referencia que se tiene y todas las investigaciones realizadas al respecto hasta fecha se basan en ese texto. 

De la redacción de El Norte
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Dice Solier que Yasuke llegó al archipiélago oriental como sirviente del italiano Alessandro Valignano, uno de los misioneros de la Compañía de Jesús que, junto a varios compañeros de orden, fue enviado allí en 1579 con el cargo de visitador de las Indias para intentar inculcar el sacerdocio a los japoneses. El de Valignano era un joven esclavo musulmán mozambiqueño. En 1581 llegaron a la capital y el esclavo causó sensación, no sólo por su formidable apariencia (según el cronista Matsudaira Ietada medía unos 6 shakus, equivalente a 1,88 metros, y se le describió tan fuerte como una decena de hombres) sino, sobre todo, por el negro tono de su piel, por entonces casi insólito por aquellos lares.

Samurai

Allí le conoció Oda Nobunaga, un poderoso daimyo (señor feudal) que, entre asombrado y escéptico, le pidió que se desnudase para tocar aquella extraña piel oscura y comprobar si era verdadera o pintada. Nobunaga quedó tan fascinado que se hizo con los servicios de Yasuke.

El daimyo se lo llevó consigo al castillo de Azuchi con el objetivo de entrenarlo para que fuera su guardaespaldas. Se supone que fue allí donde se japonizó el nombre de Yasuke y donde su relación con su nuevo señor se fue estrechando; dado que Nobunaga no hablaba portugués, el africano habría conseguido chapurrear el idioma lo suficiente para entenderse. Eso, junto con sus progresos en el aprendizaje de las técnicas guerreras y el código del bushido, le hicieron ir escalando puestos hasta tener vivienda propia y recibir una preciada katana, la espada que le identificaba como samurái.

Batallas

Ese verano de 1582 Nobunaga fue traicionado por uno de sus generales, Akechi Mitsuhide, alias Jubéi, quien le consideraba responsable de la muerte de su madre. Mitsuhide le sorprendió en el templo de Honnō-ji (Kioto), en lo que constituyó un auténtico golpe de estado, y le obligó a hacerse el seppuku (suicidio ritual). Ello desató un nuevo capítulo de aquel período conocido como Sengoku y caracterizado por las continuas luchas que los daimyos mantenían desde 1467 por hacerse con el poder total, y que no terminarían de forma definitiva hasta 1615 con la instauración del Período Edo. Dispuesto a vengar a su señor, Yasuke se unió a las fuerzas del hijo de Nobunaga, Oda Nobutada, en el castillo de Nijo.

Sin embargo la suerte les fue adversa y Mitsuhide salió vencedor. Oda Nobutada también se hizo el seppuku pero, soprendentemente, Yasuke no fue ejecutado. Unos dicen que porque era extranjero, con lo que ello llevaba de despectivo; otros, en cambio, creen que Mitsuhide no quería enemistarse con los jesuitas y por eso le permitió irse al nanban-dera or nanban-ji, es decir, el templo de los bárbaros del sur, que es como los japoneses llamaban a la iglesia de la Compañía de Jesús. Quizá intervino también alguna razón supersticiosa, como el hecho de que muchas imágenes representaban a Buda negro y, además, en aquella época los nipones no tenían prejuicios raciales.

El caso es que Yasuke se reunió con los sacerdotes y su rastro en la Historia se pierde a partir de ahí. Hay referencias a un artillero de raza negra que en 1584 estuvo al servicio de Arima Harunobu, un daimyo convertido al catolicismo y que se había aliado con otro llamado Toyotomi Hideyoshi para derrotar a Akechi Mitsuhide y unificar el país (como así fue; Mitsuhide sólo pudo disfrutar de trece días de gloria), pero no se sabe si fue él o algún otro africano, ya que habían empezado a llegar unos cuantos a Japón con los misioneros. Así que la historia de aquel samurái negro tiene final abierto.