viernes, 29 noviembre, 2024
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Ser mujer y tener un trabajo informal aumenta fuertemente la posibilidad de ser pobre

Las condiciones de pobreza generalmente se reproducen entre generaciones. Pero hay factores que aumentan la probabilidad: ser mujer eleva 65% las chances y tener un empleo informal, 92%. Las causas profundas de la problemática, en un estudio nacional.

Las mujeres tienen 65% más posibilidades de experimentar pobreza que los varones. ILUSTRACIÓN WEB.

De la Redacción de EL NORTE
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Algo tan azaroso como el hogar de nacimiento, el género asignado al nacer o el color de piel tiene un peso determinante durante toda la vida de las personas. Así se desprende de un estudio nacional realizado en más de 5.200 hogares del país en el marco del Programa de Investigación Regional Comparativa (PIRC), del que participaron investigadores e investigadoras de la Universidad Nacional de Córdoba y de otras instituciones.

El proyecto analiza cuáles son las causas estructurales que llevan a la reproducción intergeneracional de la pobreza en Argentina, y mide cuánto inciden diferentes variables (como clase social, género, etnia, formalidad e informalidad del trabajo, nivel educativo y región de residencia) en la posibilidad de pertenecer al segmento menos favorecido económicamente.

El fuerte efecto del género en la reproducción de la pobreza se puede medir estadísticamente. Las mujeres tienen 65% más posibilidades de experimentar pobreza que los varones.

INTERSECCIONAL

“La desigualdad es acumulativa porque las ventajas y desventajas de los orígenes de la clase social se acumulan en el tiempo a través de las generaciones”, señaló Gonzalo Assusa, sociólogo y doctor en Antropología e investigador del Conicet, quien participó del proyecto de investigación. Así, la posición que se ocupa en la estructura social al nacer es la que más incide en la posibilidad de vivir en un hogar pobre. La desigualdad no sólo es acumulativa, sino también interseccional. “Porque la clase social se cruza con otros factores que son determinantes de la pobreza, como el género y el origen étnico, produciendo una desigualdad aun mayor”, agregó.

Destaca además que no se puede analizar la pobreza como un problema aislado, sino sólo en relación con los procesos de producción y apropiación de la riqueza. Algo que marcan con claridad las investigaciones sobre estructura social: pobreza y riqueza no son fenómenos independientes, sino fuertemente asociados.

SIN PERSPECTIVA AL CUANTIFICAR

Algunas de las conclusiones que aporta el estudio dan cuenta de la feminización de la pobreza, es decir, el hecho de que en todo el mundo la pobreza afecta con más fuerza a las mujeres. Según la ONU, siete de cada 10 personas pobres en el mundo son mujeres, ellas tienen más probabilidades de trabajar en el sector de empleo informal que los varones (54% en América Latina), ganan menos que los hombres (entre el 40 y el 25% menos), tienen mayormente empleos vulnerables, de baja remuneración o subvalorados, y están más afectadas por la desocupación. Además, el origen étnico y el género interactúan para acentuar las diferencias salariales, particularmente entre las mujeres que integran algún tipo de minoría.

Las cifras coinciden con las registradas a nivel nacional en el Informe sobre la participación de las mujeres en el trabajo, el ingreso y la producción (2022).   

La especialista en estudios de género y pobreza, e investigadora de la UNC y del Conicet, Paola Bonavitta, advirtió que, pese a que la estadística evidencia la concentración de la pobreza existente entre las mujeres, los Estados en general no tienen en cuenta la perspectiva de género al cuantificar la pobreza. “Miden igualmente varones y mujeres, y mucho menos consideran otras identidades sexo-genéricas. No las tienen en cuenta para cuantificar la pobreza, ni para el diseño de políticas públicas”, apuntó.

Y remarcó que, aunque desde hace unos años Argentina mide la pobreza en términos de género, ello no implica que se tomen medidas que incluyan esa perspectiva.  “Por ejemplo, los créditos bancarios no diferencian entre un crédito otorgado a un varón o a una mujer, pese a que los salarios que perciben las mujeres son comparativamente inferiores a los de los varones. Eso, entre muchas otras medidas que deberían incorporar la perspectiva de género y considerar la feminización de la pobreza”, graficó Bonavitta.