jueves, 28 noviembre, 2024
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NORMALIZADAS E INVISIBILIZADAS: LA REALIDAD DE LAS UNIONES INFANTILES

Millones de niñas y adolescentes son casadas o unidas en América Latina y el Caribe; sin embargo, esta es una realidad normalizada e invisibilizada por la sociedad y por los gobiernos, que se han limitado a aprobar leyes que criminalizan los matrimonios infantiles, pero no se han preocupado por solucionar sus causas.

ILUSTRACIÓN WEB

De la Redacción de EL NORTE
diarias@diarioelnorte.com.ar

Según cifras del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), una de cada cuatro mujeres jóvenes en América Latina y el Caribe contrajo matrimonio por primera vez o mantenía una unión temprana antes de cumplir los 18 años. Y la mayoría de las que contrajeron matrimonio durante su niñez fueron madres antes de cumplir la mayoría de edad.

“Esto sucede ante la pasividad de todas, todos y todes. Tenemos unas tasas que contrario a lo que se cree, porque se llega a pensar que en América Latina y el Caribe este es un tema superado o que más bien corresponde a otras regiones como a África o Asia, son preocupantes”, señaló Alma Burciaga-González, representante para la región de la organización Girls Not Brides, una red global que en América Latina y el Caribe es aliada de más de 60 organizaciones que están comprometidas con terminar con los matrimonios y las uniones infantiles, tempranas y forzadas. Lo hizo en un informe de Efeminista.

Para combatir realmente esta situación, aseguró que los Estados deben apuntar a mejorar el acceso a la educación en general y a la educación sexual integral en particular y garantizar oportunidades de desarrollo y de participación política y económica, salud sexual y reproductiva, la protección contra la violencia doméstica y sexual, y dejar de normalizar prácticas violentas.

No son casos aislados

En la región, la mayoría de los países prohíben el matrimonio antes de los 18 años; otros, en cambio, permiten que las y los menores se casen de manera excepcional desde los 14 o 16 años.

Sin embargo, dice Unicef, el matrimonio infantil en América Latina y el Caribe “se da más a modo de una unión informal, en la que las niñas viven con una pareja, en lugar de contraer matrimonio formalmente”. En países como Brasil, por ejemplo, 21,6 millones de mujeres se han unido o casado antes de los 18 años, y 3,5 millones, antes de los 15.

“Hay una importante cantidad de leyes prohibicionistas e inclusive que criminalizan, pero que no se enfocan en las causas estructurales, es decir, en identificar por qué una niña y una adolescente puede tomar la decisión de casarse o de unirse o por qué las fuerzan a hacerlo”, comentó Burciaga-González.

Según la especialista, que no se profundice en las causas permite que se fortalezca la creencia de que las uniones y matrimonios tempranas solo ocurren en comunidades indígenas y que en la región se vea esto como una problemática que no afecta a la sociedad en general. “Dicen: ‘Son casos aislados que suceden en las comunidades. Este es un tema de abusos y costumbres que pasa aisladamente con tres o cuatro niñas en toda la región’. Y no es cierto. Porque esta cifra del 21 % demuestra que no son casos aislados y que además es reflejo de desigualdades estructurales que afectan en especial a las niñas y las adolescentes”, agregó.

Parte de una cadena de violencia

 “Muchas niñas y adolescentes viven en contextos de violencia en la región y sufren violencia en sus hogares. No tienen muchas opciones de vida y ahí es donde ellas ven en las uniones una salida”, dijo y sostuvo que aunque en muchas ocasiones estos matrimonios y uniones son forzadas, en otras no.

Las adolescentes que están casadas o unidas tienen mucha menos posibilidad de continuar con sus estudios en comparación con quienes no lo están”. El 51 % de las mujeres latinoamericanas de 20 a 24 años casadas o en unión por primera vez antes de los 18 años no han recibido educación o solo han terminado la primaria.

El 39 % de las mujeres en América Latina de 20 a 24 años casadas o en unión por primera vez antes de los 18 años pertenecen al quintil –la quinta parte de una población estadística– más pobre. Y otro 32 %, al segundo quintil de pobreza.