LAS FRASES DE LOS QUE REVUELVEN LA BASURA

CRÓNICAS DE LA CUARENTENA

El frío pega fuerte pero de forma desigual, no son lo mismo dos grados bajo cero en un hogar calentito con estufas y abrigos, que en una tapera húmeda y llena de agujeros, calefaccionada con kerosene y troncos, que a la larga pueden ser una trampa mortal. No es el mismo el frío en la calle lleno de abrigos, que revolviendo basura en el capacho, jugando una lotería en la que siempre se pierde.

Germán Rodríguez
diarioelnorte@diarioelnorte.com.ar

El frío, al que unos aman y otros odian, pero no encuentra un término medio, es el clima que peor desnuda la pobreza. Cala profundo en todos, pero peor aún en aquellos que no tienen cómo protegerse de él. Poner el culo en una estufa es un privilegio en esta época de inflación, desempleo y pocas oportunidades. Para colmo el covid, esa gripe extraña, se ensaña en estas circunstancias y queda un tendal de miseria y enfermedades.

En el invierno se repiten los incendios de viviendas generalmente por desperfectos a la hora de calefaccionar el hogar, ¿pero hay algo más desesperante que ver a los chicos temblando y que no alcancen las cobijas para protegerlos? Entonces lo irracional toma una peligrosa prioridad ante la falta de recursos y las estufas de kerosene o las eléctricas pueden ser una trampa que lo quitan todo, como sucedió la semana pasada con dos hogares que se perdieron totalmente en las llamas.

Garrafas caras, gas caro, instalaciones imposibles y las bajas temperaturas que no saben de condiciones sociales.

Y salir a la calle es llenarse de ropa y quejarse de esa incomodidad, de la nariz fría, hasta que se llega a un capacho y se ve a la mujer y los chicos revolviendo en la basura para sacar algo de provecho. Entonces hay un calor interno que se llama vergüenza y que si tenemos escrúpulos nos tiene que tocar, nos debe hacer ruido, golear en el fondo aunque sea.

Revolver

¿Qué hay detrás de esa bolsa de yerba húmeda que enreda y pegotea la mano con palillos amarillentos o esos rastros, llenos de hongos, de un viejo pedazo de milanesa, entre cartones sucios, viejos, gastados, con restos podridos de frutas y todo lo que atañe a una bolsita verde que invita a amigarse con la ecología, cuidar el medioambiente y amar la naturaleza? ¿Y quién se amiga de esta pobreza que parece que no puede salirse? ¿Quién canta a esas horas perdidas con el estómago gruñendo, que se distrae de tortas fritas rancias y mates cocidos una y otra vez? ¿Quién hace poesías del corazón destrozado de una madre sola, con tres chicos sucios que juegan con la cabeza de una muñeca? ¿No hay odas, ni se desdibujan mitos con la juventud que muere más temprano y el miedo del día a día, de no saber qué enfermedad va a calar más hondo con el frío? Los pies húmedos se congelan con el viento y los agujeros de las zapatillas no son graciosos cuando saltan un charco. Los dedos cuarteados no saben de cremas, solo arden en ampollas y picazón, de cicatrices del filo de vidrios que siempre están escondidos en la bolsa menos esperada. El asco se perdió en un tiempo que nadie recuerda, porque si algo no hay es tiempo en las horas gastadas de la miseria. Solo un largo viaje a ninguna parte.

Somos

La vacunación parece avanzar, los brazos se llenan de nombres raros y son un paso más a una nueva realidad de la que ya nos olvidábamos. Cuando todo pase nos va a quedar una miseria, que el encierro nos estaba haciendo ignorar. La realidad de las vacunas es un largo debate sin acuerdos, solo confusión y teorías conspirativas, gritos con intenciones de votos y el escepticismo de una sociedad que se vuelve cada día más agnóstica.

El frío es tristeza, tiene un halo gris de angustia y remueve memorias que queremos sepultar. El otro nos vuelve a chocar, nos lastima la conciencia cada vez más y cuando la mano tendida pide limosnas solo nos avergonzamos y seguimos cargando nuestra propia ignominia.

¿Cuál es la meritocracia si cuando repartieron las fichas a unos les tocó el castillo armado y a otros un cartón desdibujado? ¿Si algunos aún tratan de entender de qué se trata esto y otros juegan a quejarse de la carta en viajes de lujo? ¿Cuál es la meritocracia si algunos pasan el invierno en un hogar y otros en la calle rogándole a la suerte que en el próximo capacho encuentre algo para cubrirse?