ESCUPIENDO CENIZAS DE LA ISLA

Y entonces los cielos se volvieron grises, los pájaros desviaron su vuelo mientras los carpinchos invadían Nordelta ante un Paraná que ya no sabe de agua. Los peces golpean en la roca y la pandemia ronda ignorada pero amenazante. Giros apocalípticos que si presagiaban algo, nadie los escuchó. La última semana de campaña promete ser insoportable y ya no hay consigna que tenga sentido.

Germán Rodríguez
diarioelnorte@diarioelnorte.com.ar

Fue una nube negra y vergonzosa, las cenizas enormes caían en todos lados y llenaban de grises el pelo. A lo lejos el fuego arrasa y nadie se hace cargo, como si alguien alguna vez se hubiera hecho cargo de algo en este país. Se tejen miles de teorías que van desde el oficialismo a la oposición, jugando juegos políticos en plena semana electoral, apelando a la indignación de una sociedad que ante el vacío de propuestas y proyectos se prende enseguida al escarnio y el ridículo, a la grieta ideológica y los memes burlescos.

Nos acostumbramos a destruir reputaciones y nombres, nos habituamos al deshonor y la burla. Somos categoría meme y nos creemos libres, vivos, inteligentes. Sentimos que por agredir en un comentario de Instagram o Facebook pertenecemos a un sistema que se hace escuchar y sentir y no nos damos cuenta de que sumamos granos a una masificación que se nos ríe. Las redes sociales nos pierden y nos devoran, nos vuelven instantes, cuartos de hora de fama y suprimen la verdadera emoción. Nos tapan en montañas de información que confunde y adoctrina aunque no lo pensemos así. Por ahí la maestra represora y sacada nos haya caído mal, pero no deja de ser una caricatura de lo que sucede en todos lados. No somos libres, eso es seguro.

Insultarse

Y el humo también ahoga, dan ganas de toser, de olerse la ropa y sentir ese aroma a asado pero que no genera placer. Da bronca, porque sabemos mucho pero no sabemos nada, porque vuelan los helicópteros que reportan situaciones angustiantes y poco resuelven, porque los bomberos estaban ahí en la isla con poco o nada y debían hacer malabares para combatir las llamas y no morir en el intento, en un paraje agresivo y sin recursos, solos y regalados a la suerte como se manejan las cosas en la Argentina.

Y la campaña de insultos nomás, de descalificaciones y burlas, como las merecemos sinceramente. Cada entrevista es una cacería de frases sacadas de contexto que se desnuda en un campo de batalla ridículo si se observa desde afuera del sistema. Todo el mundo se denuncia de estar con alguien, de repartirse dinero fácil, como si este sobrara.

Bomberos olvidados

Hoy la lluvia frenó las llamas, pero antes fueron los bomberos los que una vez más se tragaron el humo y el calor del fuego que no perdona sobre su humanidad. Las imágenes de los helicópteros yendo y viniendo de las islas quedó como el único testimonio de lo que sucedió, pero es el cuerpo chamuscado, los pulmones arrasados y esa incertidumbre de una tarea que pareciera absurda, pero aun así debía emprenderse, costara lo que costara, la que llevaron adelante, en medio de un paraje inhóspito, difícil de atravesar y con apenas lo poco que se tiene en la mochila, haciéndole frente a un gigante rojo del que nunca se sabrá, ni se quiere saber, cómo se originó.

Es lo absurdo de esa titánica tarea, como Sísifo arrastrando la roca a la cima de la montaña para que en un castigo divino vuelva a caer arrasado todo. El incendio era tan arrasador que solo la naturaleza podía frenarlo, por más que los ‘haters’ de las redes sociales crean que con un balde de agua se soluciona.

Y ahí quedan los héroes olvidados que dieron todo entre las rocas, que se debían refrigerar a cada rato porque no hay cuerpo que aguante, y que hoy vuelven a esperar el llamado de la sirena de la autobomba para volver a correr las calles. La lluvia borró las llamas, pero también la acción de aquellos pocos que sí cruzaron el Paraná para tratar de detener la roca que llega de la montaña. Hoy importa la política, sus campañas y las promesas que nadie recordará.