martes, 26 noviembre, 2024
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ACAMPÓ POR UNA VACANTE Y VIAJÓ TODOS LOS DÍAS 70 KILÓMETROS EN MOTO PARA RECIBIRSE DE ENFERMERA

Hace cinco años, Tamara García no había finalizado el secundario, estaba desempleada y con la urgencia de alimentar a sus hijos. Diseñó un plan hacia una vida mejor, puso a prueba sus propios límites y prosperó. Una historia de superación.

Corría el año 2017 y Tamara -hoy de 32 años- no había terminado el secundario. En Picún Leufú -Neuquén-, su lugar de origen, cocinaba y vendía rosquitas para poder comprar la leche para sus hijos.

Cinco años después, la vida la encuentra dando sus primeros pasos como profesional de la salud. En el medio, acampó durante cuatro días para conseguir una vacante y -una vez iniciada la carrera- viajó todos los días 70 kilómetros en moto, enfrentando las bajísimas temperaturas y los peligros de la ruta.

“Pagaba un alquiler de cuatro mil pesos y tenía un plan municipal por el que recibía cinco mil. Era imposible seguir así”, recuerda en diálogo con TN. Tamara se desempeñó como secretaria en el Consejo Deliberante hasta que una mañana le negaron el ingreso a su trabajo. “Fue por motivos políticos. Terminó la gestión y de repente me ví sin nada. Al mismo tiempo, a mi marido le pasó lo mismo. Trabajaba como albañil en Chocón Medio. Era una obra grande, que un día se terminó y chau. Afuera”, cuenta

La lucha de Tamara García por salir adelante: “No nos alcanzaba la plata y estábamos cansados de vivir así”

La flamante enfermera y Ángel, su pareja, habían formado una familia ensamblada con tres hijos: dos varones de 6 y 8 años, y una nena de 13. Un día se vieron sin entrada económica y con varias bocas por alimentar. Entonces sostuvieron la urgencia con changas, pero se propusieron diseñar un plan a futuro.

“No nos alcanzaba la plata y estábamos cansados de vivir así. Por eso, los dos decidimos retomar los estudios secundarios. Los completamos en 2017 y presentamos los papeles para entrar a la Policía. Era un curso de nueve meses, y nos podía ofrecer una salida rápida”, menciona Tamara y, sin quererlo, pinta un retrato de muchos rincones de la Argentina: la lucha por la subsistir lejos de las grandes ciudades.

El primer obstáculo ya era una anécdota. En adelante, habría que recorrer 70 kilómetros todos los días durante los tres años que dura la cursada. “Mi compañera me propuso empezar a viajar en moto. Eran 200 pesos de nafta cada día para hacer el recorrido ida y vuelta, contra 400 que valía el combustible del auto. Y esa diferencia de 200 pesos equivalían a los pañales del nene y los útiles para la escuela de la nena”, recuerda.

Era un desafío complicado: las chicas nunca habían viajado por la ruta y menos en moto. El camino también tenía muchas dificultades: baches, animales que se cruzan. “Nos largamos igual y los primeros días, en marzo, viajábamos de día. Pero después salíamos bien temprano, y todavía era de noche. En un momento hasta pensamos en señalizar los pozos con un aerosol fluorescente, pero ya después te los vas acordando”, cuenta.