miércoles, 27 noviembre, 2024
Edición Diaria
Edición N°

LOS PAPELES QUE INTERPRETAMOS

CRÓNICAS DE LA TIERRA MEDIA

Saber quiénes somos en este mundo posmoderno cargado de información y desinformación, de mentiras que suenan bien y verdades que se obvian por ser demasiado verdaderas, es una quimera. Lo fácil es acoplarnos a la marea, repetir conductas, abrazar los dogmas de las redes sociales y vivir creyendo que vivimos. Una persona solo existe por la cantidad de seguidores y «me gusta» que tienen sus publicaciones, el resto es relleno.

Germán Rodríguez

redaccion@diarieolnorte.com.ar

En Instagram vendemos los estereotipos prefabricados por el consumo de lo que significaría la felicidad, actuamos roles acordes a lo que la sociedad acepta, jugamos rebeldía cuando el caso amerita, nos hacemos los desprejuiciados si tenemos ganas de interpretar ese papel o simplemente nos adaptamos a la estética posmoderna y lo que la misma demanda. Nos vestimos para la ocasión, subimos la foto, la miramos y esperamos ansiosos los ‘me gusta’, la aprobación, la mirada de los otros, los comentarios positivos, la aceptación de desconocidos o apenas cercanos que de alguna forma nos definen. Vivimos juzgando a los demás y a nosotros mismos principalmente, confundidos, angustiados porque no entendemos para qué estamos acá, hacia dónde vamos y de alguna manera extraña, cansados de aburrirnos. Dicen que la vida es un salto de la angustia al tedio.

Hipócritas y verdugos

Carolina Losada apareció con un interesante escote que accidentalmente se disparó un poco más cuando estaba con el padre Ignacio y las críticas se hicieron eco de una sociedad escandalizada y pudorosa cuando le conviene, entonces entró en debate la visión del cuerpo del otro y los estereotipos clásicos, la indignación, la defensa y todos los bardos que se producen cuando los temas se salen de eje y buscamos una línea de corrección en un todo que no tiene un manual de instrucciones.



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Y en el momento en que los debates absurdos se mezclan con la pasión futbolera y más críticas del todo y en síntesis de la nada, un dirigente de los derechos humanos le pega una bofetada a una piba y se pasa a cuestionar el rol de los defensores de los derechos como si los pecados de una persona fueran los pecados de todos, así dijo Borges alguna vez hablando del perdón del mundo con Cristo en la cruz o el rol de altaneros y fanfarrones que tienen los argentinos por un par de malcriados que salieron al mundo a darnos esa etiqueta.

Miramos al otro porque vernos a nosotros mismos es muy desalentador y nos lleva a la terapia.

Saber tanto

Como Ucrania, un país perdido y que pocos pueden señalar en el mapa, desata los vientos de una tercera guerra mundial, aunque eso parece improbable y gustamos de opinar sin saber, vociferamos con el índice erguido sobre geopolítica como expertos porque así lo amerita la ocasión del rol que debemos desempeñar, el papel de erudito que nos toca interpretar para encajar. Algunos dicen que es para levantar minas, otro lo refutan por completo. Desesperadamente queremos pertenecer, queremos que nos reconozcan, que nuestro universo interior, que nada sabe de los otros sino que son creaciones propias e inaccesibles, necesitan sentir que existe, que lo ven, que cumple los cánones de lo considerado aceptable, que aspira a la belleza estipulada por la mayoría y sueña que en ese universo aquel que entra existe, tiene entidad, sobrevive a los absurdos. Somos seres que existen pero solo en la mirada del otro, en el reconocimiento, en el trascender, pero tal vez seguimos siendo mucho menos que nada.



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Todo es una puesta en escena, nosotros somos actores que interpretamos personajes que encajan en un sistema que nadie sabe cómo funciona, que jugamos a ser doctores, abogados, trabajadores, políticos o pobres, que seguimos todos los estereotipos que corresponden a cada rol y nos ajustamos a libretos escritos año a tras año. Tanto los interpretamos que nos terminamos olvidando de quiénes somos, sepultamos en miles de páginas de libreto lo que alguna vez deseamos, sentimos o pensamos. Nos refugiamos a veces en el arte, la música y el amor para percibirnos vivos, sensibles humanos, para desentrañar nuestro ser y escaparnos un rato del show.

Pero es un rato nomás.