miércoles, 27 noviembre, 2024
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Edición N°

LOS AFOROS DEL FIN DEL MUNDO

Estadios habilitados con cierto porcentaje de público pero que se miden así nomás, la nocturnidad poblando los boliches con la misma disposición que se repite en cines y lugares públicos, todo dentro de una matemática pandémica que habla de gradualidad y no dice nada porque la gente igual se amontona. Necesitamos mentirnos que estamos haciendo las cosas bien y no perder la onda del año pasado, con eso de que nos cuidábamos entre todos y quedate en casa.

Germán Rodríguez
diarioelnorte@diarioelnorte.com.ar

Pensar que hace un poco más de un año la ciudad se encerraba y se denunciaba. Había cacería de brujas por todos lados y cualquier estornudo era muestra de una enfermedad desconocida y asesina que había tomado de rehén al mundo. Nos volvimos vigilantes, herramientas de culpar y acusar, de tratar de boludos a los que no se encerraban y temblaban en sus habitaciones. Fuimos estrategias de vigilar y castigar, de acusar a estúpidos y hacerla por abajo. Nos volvimos mañosos encabronados, pobres que besaban las cadenas, inconscientes de las plagas divinas.

Supuestamente la covid continúa vivita y coleando, pero no se ve en la calle salvo los barbijos que uno no sabe si ya se los pone de costumbre nomás, en un extraño y político resurgir a la antigua vida con mucha más fuerza si se quiere. Se festeja el récord de turismo en el fin de semana extralargo como si hubiera alguna reactivación económica, olvidándose todos de que en el 2001 cuando se cayó la Argentina también ese diciembre tuvo récord de turismo. El argentino no es ahorrador, vive el aquí y  ahora y se la gasta toda el “chinvenguencha”.

La noche nicoleña estalló el finde pasado y se gastaron lo que no tenían. El coronavirus no nos sacó ni mejores ni peores, nos enseñó que la vida es una sola y que aquello que acumulamos tanto no se puede gastar en el mas allá.

También es llamativo el masivo consumo de alcohol, de hecho, durante el encierro la gente se dedicaba a escabiar para que pase el tiempo y parece que la costumbre se multiplicó en la salida.



¿Entonces?

Pero entonces, ¿Qué está bien y qué está mal? En un tiempo el Gobierno era de los científicos y de un día para el otro es de la anarquía, y nos tira esa sensación de ser piezas de un tablero que no entendemos, que crece para hacernos descreer de todo. La verdad es una falacia que nos refriega la cara a cada instante, es un discurso de miles de dueños, un acomodamiento a las conveniencias.

Entonces vemos a los políticos debatir y nos gusta decirnos que son ajenos, pero somos nosotros mintiéndonos en vivo. Se chicaneó en todos los temas, no se debatió ninguno y la temática de la covid casi que pasó de largo, como si nunca hubiera habido una plaga que nos retrocedió a la pobreza y de la que no aprendimos nada.

Todo es manipulación y encuestas, números jugando al rating y decisiones que tienen que ver con aspectos que no nos incumben, pero que tampoco nos favorecen, y el tema del día es pronto un meme, un partido de fútbol, y de golpe tenemos que elegir entre un montón de boletas que en cierto momento se vuelven todas la misma.

¿Alguna vez decidimos algo? ¿Respondemos por nosotros o somos esclavos de esas emociones que nos meten a la fuerza? Ayer fue el miedo el que nos aporreaba, nos confundía y nos manejamos así, pensando que en el cualquier momento las calles se poblarían de muertos y que pagaríamos todos nuestros pecados de jugar a ser dioses. Hoy nos sentimos engañados, estafados en nuestra buena fe, pero también resignados a que las cosas son así porque son así, que solo nos resta salir, volver a tomar aire, perdernos en el alcohol, la música, los cuerpos, el amor que dejamos tirado y sentimos que lo único que aprendimos es que todo pasa y nada queda, que lo que no hacemos hoy desaparece mañana, que somos juguetes del destino que pelean entre otros, somos los esclavos sin amo que no saben si soltarse o correr, porque somos esclavos de nosotros mismos.

A la mierda la pandemia, dame un trago más y que venga lo que venga.