miércoles, 27 noviembre, 2024
Edición Diaria
Edición N°

SEMANA DEL AMIGO, QUÉ GROSOS LOS AMIGOS

CRÓNICAS DE LA TIERRA MEDIA

Que por la llegada del hombre a la Luna, nuestra gran amiga dicen, que los argentinos hacemos un culto de ella, que son pocos pero buenos o muchos pero queridos, la amistad se celebra y debería celebrarse más. La existencia y su tragedia, lo pavoroso de vivir solos en esta roca perdida en un infinito espacio, es motivo suficiente para que los amigos tengan feriados, mínimo uno por mes, o algo así. ¡Haga algo, señor Presidente!

Germán Rodríguez
redaccion@diarioelnorte.com.ar

Y caímos a la tierra, así, en bolas, ignorantes, acoplándonos a un lenguaje, a una educación, a una cultura, entendiendo cómo funcionaría todo por la mirada de padres, tutores, educadores, sabiendo que ya todo está escrito, definido, un lenguaje modelado, cada cosa etiquetada con su nombre, nosotros también sellados con un número y una identidad que ya está establecida, argentino, nicoleño, hombre. Después se nos acopla el club de fútbol, la política, la clase social, la religión, los miedos heredados, y no existimos, somos repetidores de cosas, a eso nos viene la familia impuesta, padres, hermanos, primos, tíos. No elegimos una mierda, nos caen las cosas como caímos nosotros. Pinta todo una cagada, pero…

Amigos, sí, amigos, una forma de entender el mundo con un igual, de poder hablar de lo que nos pasa en esta existencia con alguien que entiende, que cayó como nosotros. Los elegimos, algunos dirán que tampoco lo elegimos porque son coincidencias de intereses que se dan en un azar de tiempo y lugar, que no los elegimos porque en realidad suplen una necesidad cultural de empatía con un mismo fin y que han de ser una herramienta para llenar una necesidad emocional. Señores eruditos, si no tienen amigos, allá ustedes.

Decime, doctor en ciencias profundas, ¿con quién te vas a cagar de risa mamado a la cinco de la mañana después de haber sufrido un desamor y saber que ese al que se lo contaste te cambió el humor y estuvo para bancarte? Cuando te quieran cagar a trompadas por nerd, ¿quién va a saltar por vos para defenderte y ligarse las piñas antes de que te toquen porque a un amigo se lo banca en todas? ¿Quién va a saltar por vos cuando te estén sacando el cuero, eh?



Porque convengamos que de frente los amigos se bardean, se gastan, se ridiculizan, se tratan como al más boludo de los mortales, pero ante la presencia de otros ese amigo es nuestro orgullo total, ese al que se lo banca en cualquier parada y del que decimos “si yo soy amigo de él” y se nos hincha el pecho.

Filósofos

Alguna vez, en la era de los griegos onda filosóficos, se habían sentado en una mesa Sócrates, Platón y un montón de borrachines a charlar de la existencia, la vida, la muerte, el amor, pero sobre todo de la amistad tomándolo como el más importante de los valores. Los tipos se abrazaban, le daban al vino como rengo a la muleta y no dejaban de cantar “La cucaracha” celebrando la amistad en un libro que después se volvió un clásico.

Para Aristóteles, a la amistad le conviene amar antes que ser amado. Incluso se introduce en un concepto que muchos gustan de exclamar durante una declaración: la inmortalidad. Según el filósofo griego, no se puede amar sin vivir y sin saber qué se ama, pero se puede seguir amando al muerto o a lo inanimado. Podemos entender esto último como aquella frase que dice: “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”.

Bajo la misma secuencia aristotélica, el filósofo Derrida evoca a un siguiente concepto, imprescindible en los ámbitos del amor y la amistad: el tiempo. Para los griegos, no hay amistad estable sin confianza, pero no hay confianza sin el tiempo. Hay que someterla, en efecto, a una especie de prueba del tiempo. Sobre esta línea, se hace necesaria aquella histórica discusión entre los mortales cuando nos cuestionamos si es mejor tener muchos o pocos amigos.



Friedrich Nietzsche, quien en “Así habló Zaratustra”, amigo es sinónimo de hermano, y no precisamente por la cuestión sanguínea. Para el filósofo alemán, la “buena amistad” supone la desproporción. Exige una cierta ruptura de reciprocidad o de igualdad, la interrupción también de toda fusión o confusión entre uno y el otro. Significa al mismo tiempo un divorcio con el amor, aunque sea el amor de sí. Es evidente establecer que a esa hermandad no sanguínea se la denomina así por la fortalecida amistad establecida, pero que, como en toda relación de hermanos, siempre tiene que haber crispaciones. Pero nunca terminará.

Con base en estos planteamientos, en los que Jacques Derrida teje las ideas de “amistad”, “amar”, “confianza”, “inmortalidad”, “tiempo” y “amigo”, seguramente es posible entender cómo tendría que funcionar una amistad, qué representará para cada uno de nosotros amar a alguien o a más personas, en qué momento considerarlo amistad y cuándo “retirar el título” y por qué. Así, si persisten las dudas, podríamos creerle al pensador francés cuando nos dice: “No hay amigos, lo sabemos, pero, se los ruego, hacer míos, ser mis amigos. Los son ya, puesto que los llamo así”.