miércoles, 27 noviembre, 2024
Edición Diaria
Edición N°

LAS TRAMPAS DEL HUMO

Se levanta el humo de las islas y la cara de los nicoleños se repite hasta el final: fastidio, frustración, cansancio. Otra vez el olor a quemado impregnando la ropa, las fosas nasales, los pulmones, erosionando la naturaleza, tapando de hollín la ciudad impunemente y hasta el hartazgo. Todo pasa una y otra vez, se repite de forma cíclica, hay enojo, denuncias y no pasa nada, no aparecen responsables mientras el desastre ya está hecho.

Germán Rodríguez
redaccion@diarioelnorte.com.ar

Frustración, bronca, fastidio da ver las llamas en el horizonte, el rojo cortando la noche y el humo inundando la ciudad, una vez más, siempre, agotador, venenoso, repetido, insoportable. Siempre la misma historia que nadie sabe cómo empezó, que los investigadores deducen que son intencionales, pero nunca se descubre quién lo inició. Que si es para cosechar, que si es por pura maldad, entonces se tejen conjeturas, teorías conspirativas y nos aseguran que estemos tranquilos, que está todo solucionado, que se está trabajando en el tema. Pero la realidad es el humo, la verdad es el humo, el olor a quemado, a asado si quiere alguno que todavía lo añora, la ropa insoportable, de a rato cenizas de vaya a saber qué, la oscuridad de nubes espantosas que se meten en los pulmones, que nos enferman más como si fueran otra pandemia. Y vemos el humo, vemos el dólar, vemos la inflación, vemos que el sueldo no alcanza, vemos más gente revisando tachos de basura y somos conscientes de que todo se va a la mierda. Esperamos movimientos, reacciones de arriba, que hagan algo, pero solo resuenan las palabras huecas, los discursos sin sentido y una oposición que se hace fuerte pero que tampoco se les cae una idea más que pedir mano dura y represión, porque saben bien que al argentino promedio facho le encanta que le digan que van a salir a matar pobres y cacos, como si eso les diera trabajo y dignidad. 

Nadie da pie con bola, faltan cada vez más cosas porque la verdad es que se está haciendo todo mal, no entran dólares porque se exporta poco y sumado a que la energía viene de afuera la balanza comercial da para el culo. Pero si la industria nacional crece, necesita importar, ya que acá ensamblamos nomás, no producimos nada, salvo trigo y vacas con suerte. Nadie invierte en nada porque no se prepara a futuro, se piensa solo en las elecciones, en sumar votos, en dar pan y circo porque la gente compra esas cosas y no anda con ganas de volarse el bocho (pobres corderitos). Humo, mucho humo, pero humo de colores, humo confuso, historias que se hacen virales y repetimos como si se nos hubiera ocurrido a nosotros, humo que nos mata y que nosotros le metemos nariz como si fuera perfume. Nos ahogamos solitos, nos matamos solitos y nos perdemos lo urgente, nos distraemos fácil.

De humita

La vida es dolor y aburrimiento decía don Schopenhauer y la industria del entretenimiento nos hace creer en un sentido, nos vuela para no pensar, nos ahoga de humo y bailamos como si estuviéramos en medio de una fiesta electrónica.

Humo en las palabras, en los discursos que no dicen nada y la gente vitorea. “Tenemos que derribar muros y construir puentes”, dicen desde los palcos y la multitud enardecida estalla en un grito de esperanza. Le dijeron la boludez más sin sentido de todas, pero en los discursos las metáforas le ganan a los hechos y los símbolos abstractos parecen tener forma de soluciones. Humo, tanto humo.

Ese humo cuando aparece en la isla es un cachetazo de verdades, de que el rey está desnudo, que nada se soluciona, que cuando los tipos quieren prender fuego lo hacen, se cagan en todo y nadie los agarra, que tal vez ya este estipulado así, que el fuego va a arrasar las islas, que se va a montar un show, que habrá héroes, mártires, se iniciaran investigaciones, pero nadie caerá, o tal vez algún pobre gaucho tipo chivo expiatorio que cargue los pecados de los inescrupulosos (como fue siempre, bah).

El humo ahoga la naturaleza, la transforma, la asusta, zorros corren por las calles, las víboras merodean la playada, los pumas salen en Villa Gesell, todos alterados en el mambo ecológico. Sabemos que nos matamos, pero seguimos cargando el arma.

La verdad es el humo, la inflación, la pobreza y la desesperanza que nos agarra cuando miramos para el río y solo vemos nubarrones vaticinando lo peor.

Rosita querida, que en paz descanses, un ángel de Blues que nos va a seguir cuidando.