miércoles, 27 noviembre, 2024
Edición Diaria
Edición N°

MIDIENDO PODERES EN LA MESA

CRÓNICAS DE LA TIERRA MEDIA

¿Qué es el poder? ¿Un exceso de deseo? ¿Una forma de pelearle a la existencia tratando de trascender? ¿El medio para algún fin? El país es el ring de seres que se miden poderes, que los tiran en la mesa y sacan el centímetro. Somos rehenes de una pelea de lobos que superando el Leviatán se sienten libres del castigo. Los hombres no son eternos, sí los nombres. ¿Pero de qué vale?

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Germán Rodríguez
redaccion@diarioelnorte.com.ar

Que el presidente es Alberto pero el poder lo tiene Cristina, que ese poder es huidizo como gambeta de Messi a defensor camboyano y que en su nombre se intenta todo, entre lo que se encuentra destruir en primer lugar. Porque ese poder lo sueña Mauricio en su retiro y preparando la vuelta, Larreta peleando con propios y ajenos, Milei azuzando los fuegos de una ciudadanía desconcertada e invitando a la anarquía que genera el río revuelto y del que se siente pescador. Todos por el poder, peleando entre ruinas de una inflación que alguna vez se declaró como guerra y de la que nadie anuncia que estamos perdiendo (¿hace falta un borracho en un balcón?). Pero ese índice de precios que despedazan los bolsillos y generan más pobres día a día deja triste a la mayoría, pero le da felicidad a unos pocos, a esos que sueñan con la caída del rey y el nacimiento de uno nuevo, aunque la gloria está lejos del trono y como en la serie famosa de guerreros y dragones, sea todo un juego que nunca se detiene. El poder tiene un aura hipnótica que hace que aquel que lo probó nunca lo deje, por más que ya este cómodo económicamente desde él a sus tataranietos.

Deseos

Entonces, si es tan destructivo, contaminante y duro, ¿qué tiene de especial?, ¿qué seduce de ese sillón de espadas afiladas?



Somos puro deseo, anunció Schopenhauer en uno de sus tantos textos depresivos. Somos una planta con cerebro que si está suelta, busca multiplicarse hasta el infinito, una plaga, un parásito, como le dijo el Sr. Smith a Morfeo cuando lo tenía preso en la torre, esperando a que Neo lo rescate. Y nuestra voluntad de expandirnos es el deseo, el dios dionisíaco que nos lleva a multiplicarnos sin reparo, sin medir consecuencias desde nuestro propio universo. Solo nos une la desesperación y el miedo de enfrentar a las cosas solos, somos tantos, son tantos deseos que nos mataríamos. Thomas Hobbes tiró alguna vez “hominis lupus hominis”, el hombre es lobo del hombre, porque el hombre desea todos lo que tiene el otro y lo que no puede alcanzar, lo que nos hace vivir en una continua frustración de no saber lo que queremos pero lo queremos ya.

Poderes

El poder es una forma de satisfacer el deseo, desear más allá de los valores, trascender más lejos de los límites que nos impusieron al nacer, que nuestro nombre esté en boca de todos, ya sea por miedo u amor. Pero dicen que el odio persiste más que el cariño. Entonces hay déspotas por todos lados, aquellos a los que el poder los confunde, los endiosa, como a Alejandro Magno que por creerse una divinidad murió de tristeza y soledad.

El dicho popular dice “dale poder a una persona y lo conocerás en realidad”. Y así no solo en la política, sino en la vida cotidiana, fuera de ese olimpo de políticos vociferantes, vemos a humildes trabajadores que un día se encuentran con un cargo un poco más alto y se olvidan de las raíces tratando a sus excompañeros como seres inferiores que le deben pleitesía. Los famosos piojos resucitados que por andar en el lomo del amo se creen bulldogs. En la época de los esclavos decían que el peor capataz, aquel que con más furia blandía el látigo, era un esclavo con más rango.



El poder es tentador pero no da la inmortalidad, y hasta a veces mata antes, es un cuarto de soledad e incomprensión, es una nebulosa llena de gritos y sin ningún rumbo. Es una tormenta que arrastra a todos.

El poder no es para cualquiera y lo más mesurado sería sustentarlo un tiempo y después cederlo para evitar esa sensación de perpetuidad a cualquier precio. En sus orígenes nuestra Constitución lo sugirió, pero las ambiciones de los de arriba no dudaron en modificarlo y trampearlo. El que maneja el Leviatán, el famoso Estado dominante, come a los lobos que quiera.

El problema de la Argentina en realidad no tiene solución.