miércoles, 12 febrero, 2025
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Una revolución diferente: Todo país colonizado es una especie de cárcel, con rejas invisibles

Y solamente nueve hombres tuvieron el insigne honor de integrar el primer gobierno patrio, superando dichas rejas.

Por José Narosky

Eran nueve hombres, de diferentes ideas aunque de idénticos ideales. De distintas edades, profesiones, nacionalidades, convicciones religiosas.

Pero se unieron por sus principios. Entendieron que morir por algo es mejor que vivir por nada. Que los que luchan por un ideal siempre ganan. Aunque pierdan. Y que abrazar causas nobles es abrazar hombres.

Demostraron que aunque seguían naciendo opresores, seguían naciendo idealistas.

Son muy conocidos los nombres de los patriotas que compusieron la Junta Provisoria Gubernativa del Río de la Plata, que así se denominó.

Pero considero que vale la pena recordarlos, porque suele desconocerse la trayectoria de algunos de sus miembros.

Cornelio Saavedra era el presidente.

Contaba con dos secretarios del calibre de Mariano Moreno y Juan José Paso.

Y sus seis vocales eran Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Domingo Matheu, Juan Larrea y Manuel Alberti, que era sacerdote.

También se suele ignorar el alto contenido humano de varios integrantes de la Junta y la cantidad de resoluciones positivas, muy adelantadas a su tiempo, principios del siglo XIX.

Saavedra nació en el Alto Perú, en un pueblo de la actual Bolivia. Domingo Matheu y Juan Larrea eran españoles, originarios ambos de Cataluña.

Además, Larrea era el más joven de ese primer gobierno patrio. Tenía solo 27 años. El mayor era Miguel de Azcuénaga, que contaba con 55 años.

La edad promedio de los miembros de la Junta era de 43 años.

Belgrano tenía 39 y era abogado, como Moreno, Castelli y Paso.

Al cumplirse el primer año de la Revolución, el 25 de mayo de 1811, la Junta hizo erigir en Buenos Aires la Pirámide que hoy ocupa el centro de la Plaza de Mayo –entonces llamada “Plaza de la Victoria”– en homenaje al éxito de la resistencia criolla contra los ingleses.

Más sorprendente aún, y menos conocido, es que el mismo día, 25/5/1811, en las ruinas indígenas de Tiahuanaco, en los confines del Alto Perú, Castelli y el general Balcarce, al frente de su engrosado ejército victorioso, proclamaron la abolición de los tributos a los indios y su emancipación; y también la de los esclavos.

Esa decisión avanzada de Castelli sería luego confirmada por la Junta Patria.

Significaba en el Alto Perú, por ejemplo, emancipar al 80 por ciento de la población.

Al mismo tiempo, el ejército al mando de Manuel Belgrano cruzaba Corrientes, y el 4 de diciembre de 1810 lanzó una proclama dirigida a los indígenas, sin duda muy adelantada para su tiempo.

Decía:

“La Junta me ordena restituir vuestros derechos de libertad, propiedad y seguridad, de las que habéis estado privados por tantas generaciones, sirviendo como esclavos”.

Y hubo otros hechos, quizá menos conocidos, pero que revelan la evolución y el humanismo inicial de nuestra Revolución.

En 1811 se consolidó la libertad de prensa. En 1812, Bernardino Rivadavia, como secretario del Triunvirato, puso en marcha las primeras políticas de inmigración; y en 1813 se legisló la Carta de Ciudadanía para todos los extranjeros que reconocieran al nuevo régimen.

También la Asamblea del año 1813 realizó un conocido trabajo de innovación positiva, en áreas de orden humano.

En ellas se establecieron amplias libertades y se procuró una nueva organización del país, normas que se perfeccionarían con el Estatuto Provisional de 1815.

En el Capítulo 1 del mismo, se establecía una pauta que recogió la Constitución de 1853. Expresaba textualmente lo siguiente:

“Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofenden el orden público ni perjudiquen a un tercero, están solo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante del Estado será obligado a hacer lo que no manda la ley ni privado de lo que ella no prohíbe”.

Y en una confirmación categórica del trato humano a los extranjeros, se expresa:

“Todo habitante del Estado está bajo la inmediata protección del Gobierno y de los magistrados, en todos sus derechos”.

En definitiva, nuestro país les abrió el cauce a nuestros abuelos inmigrantes.

Y todavía, en 1825, la Argentina estableció definitivamente la libertad de cultos. Un gran avance.

En resumen, debemos enorgullecernos de nuestra Revolución de Mayo, por lo avanzada, por lo amplia y por lo humana.

Y un aforismo final…

“Las mayores rebeldías las protagonizaron hombres piadosos”.