ANFIARAO, EL OLVIDADO ORÁCULO QUE TAMBIÉN ACERTÓ LA PREGUNTA DEL REY CRESO DE LIDIA

HISTORIAS DE LA HISTORIA

El rey Creso de Lidia, que veía su reino amenazado por el creciente poder persa, envió en el año 560 a. C. emisarios a los principales oráculos de Grecia y Egipto con instrucciones de realizar la misma pregunta el mismo día y a la misma hora. El objetivo era comprobar qué oráculo era el más fiable de todos, para luego consultarle de nuevo una importante cuestión.

De la Redacción de EL NORTE
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Los oráculos consultados fueron, según nos cuenta Heródoto, los de Delfos, Abas, Dodona, Anfiarao, Trofonio y Branchidas (en Grecia) y Amón (en el desierto de Siwa al oeste de Egipto). La pregunta era ¿qué está haciendo el rey Creso en este momento?

Con esta idea quiso hacer prueba de la verdad de los oráculos, tanto de la Grecia como de la Lybia, y despachó diferentes comisionados a Delfos, a Abas, lugar de los Focéos, y a Dodona, como también a los oráculos de Anfiarao y de Trofonio, y al que hay en Branchidas, en el territorio de Mileto. Estos fueron los oráculos que consultó en la Grecia, y asimismo envió sus diputados al templo de Ammon en la Lybia. Su objeto era explorar lo que cada oráculo respondía, y si los hallaba conformes, consultarles después si emprendería la guerra contra los persas

La Pitia de Delfos contestó con su habitual respuesta en verso, que los enviados pusieron por escrito rápidamente y con ella regresaron a Sardes, la capital de Lidia, donde Creso esperaba impaciente. Los emisarios de los demás oráculos iban llegando y entregando sus respuestas, pero ninguna satisfacía al rey, hasta que leyó la de Delfos.

Delfos

No sabemos lo que respondieron los demás oráculos, pero en Delfos, tras entrar los lidios en el templo y preguntar lo que se les había mandado, respondió la Pitia con estos versos: “Sé del mar la medida, y de su arena / el número contar. No hay sordo alguno / a quien no entienda; y oigo al que no habla. / Percibo el olor que despide / la tortuga cocida en vasija / de bronce, con la carne de cordero, /con bronce abajo y bronce arriba.”

Y es que llegado el día indicado para que fueran realizadas las preguntas en los distintos oráculos, Creso pensó que podía hacer que fuera difícil de adivinar, y se le ocurrió mezclar en una olla de bronce pedazos de tortuga y de cordero y ponerlos a cocer, cubiertos por una tapa del mismo metal. A su parecer, por tanto, Delfos había adivinado exactamente lo que él estaba haciendo en el momento exacto de ser formulada la pregunta, y por ello quedó convencido de su fiabilidad.

Aciertos

Pero el oráculo de Anfiarao también había acertado que el rey estaba cocinando un guiso de tortuga y cordero, lo que ocurre es su respuesta no se ha conservado, posiblemente porque nadie se tomó la molestia de ponerla por escrito.

“La que dio el oráculo de Anfiarao a los Lidios que la consultaron sin faltar a ninguna de las ceremonias usadas en aquel templo, no puedo decir cuál fuera; y solo se refiere que por ella quedó persuadido Creso de que también aquel oráculo gozaba del don de profecía” Heredoto.

Por tanto Creso volvió a consultar a ambos oráculos, ahora sí realizando la pregunta importante, que era si debía atacar a los persas. Nuevamente, los dos oráculos parece que respondieron lo mismo, aunque nuevamente es probable que la respuesta que se conserva es la ofrecida por el de Delfos. El de Anfiarao habría contestado en términos muy similares que si Creso atacaba a los persas destruiría un gran imperio.

No tan certero

Como es sabido Creso marchó contra Ciro y el imperio que destruyó fue el suyo propio, ya que fue vencido y hecho prisionero.

Anfiarao, a quien se rendía culto allí, era un mítico héroe argivo (mencionado en la Odisea) que tenía el don de la adivinación mediante la interpretación de los sueños. Siendo rey de Argos junto con Adrasto, apoyó la expedición de los Siete contra Tebas, sabiendo por sus dotes adivinatorias que moriría allí. Durante el combate, mientras era perseguido por Priclímeno, Zeus abrió una brecha en la tierra que se tragó a Anfiareo con su carro.

En el lugar donde según el relato mitológico ocurrió esto se levantó en el siglo V a. C. un santuario dedicado a Anfiarao en el que se le veneraba como un dios del inframundo (el Anfiareo de Oropo). Allí se instituyó un oráculo por el sistema de la incubatio: tras pagar las tasas, el adepto dormía en el interior del santuario sobre la piel de un carnero, donde un sueño le revelaba la respuesta a sus preguntas. Quizá por esto es por lo que no se conservan las respuestas del oráculo. Estuvo en funcionamiento hasta la llegada del cristianismo, probablemente al igual que Delfos hasta el siglo IV o V d. C.

El oráculo de Anfiarao era una auténtica “fábrica de sueños”, en la que, recurriendo a métodos dudosos, se hacía dormir días enteros a las personas y se las programaba para que tuvieran sueños sobre su futuro

Entre los personajes que se sabe acudieron al santuario para consultar al oráculo están el faraón Ptolomeo IV (240–204 a. C.) y el general romano Sila (138–78 a. C.).